Este texto no me hace cambiar ni un ápice mi diagnóstico sobre la filosofía de Alan Woods. No es en dos líneas como se refuta el positivismo lógico. Fueron ellos (en concreto Reichenbach) quienes separaron el contexto de justificación del de descubrimiento. Al principio intentaron construir una lógica de la inducción, siguiendo los pasos de Stuart Mill y de John M. Keynes. Al llegar a resultados no satisfactoriocións, rechazaron que la inducción fuese un método válido, y poco a poco renunciaron a plantear metodologías en el contexto de descubrimiento (leyes de cómo ha de procederse en ciencia, como sí parece que lo hace el presunto materialismo dialéctico de la prescripción de fórmulas, que ni es materialismo ni es dialéctico, al menos a la altura de nuestro tiempo). Carnap y Neurath llegan a plantearse si la verdad como correspondencia es una noción válida (la semántica de la que habla Woods) y tiran hacia algún tipo de verdad coherentista (el asombroso error de que hablaba Moritz Schlick). La lógica inductiva, entonces, era usada en el contexto de justificación, a la hora de valorar teorías científicas obtenidas por no sé sabe bien qué método científico (aunque ateniéndose a las reglas de la lógica). La corroboración experimental de un enunciado de observación (protocolar) hacía que la teoría aumentase su probabilidad de ser cierta. Reichenbach, Carnap y otros llevan a cabo un laborioso estudio de la lógica probabilística que no se refuta en un par de líneas ni acudiendo o sacando de contexto frases de Hegel, de Marx o del flojísimo Lenin de Materialismo y empiriocriticismo (parece que después estudió con más seriedad filosofía y ya no escribió más obviedades). Popper y sus seguidores le dan la puntilla al programa del positivismo lógico, arruinando la lógica probabilística, que ya no hablaría de corroborabilidad, sino de frecuencia de hechos. Pero eso es otro tema.marxingher-z escribió:"Durante décadas los positivistas lógicos presentaron sus ideas arrogantemente como la "filosofía de la ciencia". Lo que conlleva una profunda ironía, ya que al mismo tiempo acusan al materialismo dialéctico (sin el mínimo fundamento) de aspirar a ser la "Reina de las Ciencias".
Ya en estos tiempos, nadie considera seriamente estos absurdos reclamos y menos que nadie, los mismos científicos, quienes nunca lo hicieron. Actualmente, se han reducido a atrincherarse en la retaguardia, peleando con una táctica desesperada, la cual consiste en la disolución total de la filosofía, reduciéndola enteramente a la semántica (estudio del significado de las palabras).
No hay nada que se parezca más a esta interminable discusión de minucias sobre los significados, que los debates sin fin de los escolásticos sobre temas tan fascinantes como si los ángeles tienen sexo y cuántos de ellos podrían bailar sobre la cabeza de un alfiler. Esta comparación no es tan absurda como parece. De hecho, aunque los escolásticos no eran
tontos y avanzaron en los terrenos de la lógica y la semántica (como lo hacen sus equivalentes modernos), el problema es que, obsesionados con la forma, olvidaron el contenido. Mientras las reglas formales fueran obedecidas, el contenido podría ser tan absurdo como se quisiese.
El hecho de que a todo este jaleo, este fraude y todo este juego de palabras pueda dársele el nombre de filosofía es, a todas luces, una prueba de hasta qué punto ha decaído el pensamiento burgués moderno. Hegel escribió en su obra Fenomenología: "Por lo poco con lo que el espíritu humano se satisface, podemos juzgar la extensión de su perdición". Un epitafio hecho a la medida de toda la filosofía burguesa después de Hegel.
Los filósofos burgueses modernos afirman haber resuelto todos los problemas filosóficos del pasado. ¿Cómo ha sido alcanzada esta inmensa hazaña? Analizando palabras. Esta victoria opaca pues, todas las batallas de las dos guerras mundiales, junto con las de Austerlitz, Waterloo y cualquier otra.
Pero, ¿qué es el lenguaje sino ideas que se expresan en el discurso? Si decimos que sólo conocemos el lenguaje, lo único que estamos haciendo es reformular en un modo distinto la vieja y gastada noción del idealismo subjetivo que postula que sólo podemos conocer ideas, más precisamente, mis ideas. Este es un camino filosófico sin salida, el cual, como Lenin explicó hace ya un siglo, sólo puede desembocar en el solipsismo, es decir, la noción de que sólo yo existo.
La idea —mejor dicho, el prejuicio— del intelectual que asigna a las palabras una importancia sobrenatural, sólo es el reflejo de las condiciones reales de la existencia del intelectual. El albañil trabaja con ladrillos, el pintor con pintura, el herrero con hierro y el carpintero con madera. Él (intelectual *) trabaja con palabras, que son el único material con el que sabe trabajar."
-Alan Woods en su prologación de -A Diez años de la publicación de Razón y Revolución- Pág 3 de este prologo para la 3ª edición del libro, en el formato PDF (podeis leérlo en ese formato, pinchando en el enlace del post anterior, en el primer tema, de los 4 que hay publicados en la página a la que envia dicho enlace.
* Lo entreparentesis de la frase final es mio - Marxingher-z
Lo que quiero decir es que si escribes un libro de filosofía, no puedes saltarte la labor de estudiar a quien quieres refutar. La dialéctica es, o parte, precisamente, de tomarte en serio al adversario y de confrontar teorías opuestas. A Marx no creo que le apeteciese leerse estadísticas, manuales de economía política de pensadores a los que detestaría intelectualmente. Pero por eso no era un simple panfletista.